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Vicent Perez

Software Engineer & Tech Lead

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Lo que más me ha ayudado a progresar en mi carrera como ingeniero de software no han sido las tropecientas mil horas en la universidad, ni los cursos online, ni las certificaciones… Fue aprender inglés desde cero. Literalmente desde cero. Y lo hice mientras repartía comida en bicicleta por las calles de Edimburgo. En 2018 tuve la oportunidad de hacer un Erasmus, pero había un problema enorme: pedían mínimo un nivel B1/B2 y yo no sabía ni el past simple. Como lo único que se pierde es la esperanza, fui a la oficina internacional de mi facultad para preguntar si había alguna alternativa para cumplir el requisito. La directora, muy maja por cierto, me explicó que la única forma de convalidar era presentando un certificado oficial o si había cursado la asignatura optativa de inglés B2 (que yo no tenía). Salí de allí con la cabeza gacha, intentando aceptar que me iba a perder esa oportunidad de inmersión. De camino a casa se me ocurrió una idea: Uno de mis mejores amigos vivía en Reino Unido. ¿Qué pasaría si hablaba con él para irme unas semanas y aprender inglés allí? ¿Y si buscaba un curso intensivo oficial, aunque me costara los pocos ahorros que tenía? Y así fue. Primero hablé con mi amigo y, cuando me dio el OK (gracias Fernando 🫶), busqué los cursos. Encontré uno de 4 semanas intensivo. Volví a hablar con la directora y le pregunté qué le parecía. Me dijo que, si le presentaba el certificado oficial antes de septiembre (estábamos en junio), me firmaba el Erasmus. Ahí empezó todo. Hice la matrícula del curso, compré un billete barato a Glasgow y, con la mochila llena de nervios, me fui a vivir la que acabaría siendo la experiencia más transformadora de mi vida. Allí estuve las cuatro semanas y, con el certificado en mano, me aceptaron el Erasmus. Para poder pagar las clases y mantenerme allí, empecé a trabajar como rider en Deliveroo. Repartía comida bajo la lluvia, pedaleando entre calles que apenas sabía pronunciar, mientras compaginaba las clases de la universidad con la academia de inglés. Así durante dos años. No fue fácil. Hubo días en los que pensé en rendirme. Pero poco a poco las palabras empezaron a encajar, las frases a fluir y, con ellas, la confianza. Lo que empezó como un intento desesperado terminó convirtiéndose en una lección de vida: 👉 Si algo quieres, algo te cuesta. El inglés no solo me abrió la puerta al Erasmus, sino que cambió por completo mi carrera como ingeniero. He trabajado en multinacionales, he liderado equipos multiculturales y ahora colaboro con clientes del norte de Europa. Lo que un día fue mi mayor miedo, ahora es una de mis mayores fortalezas. ¿Me avergüenzo de haber trabajado como repartidor de comida? Para nada. Al contrario, me siento muy orgulloso de ello. Así que, cada vez que tengas que poner tarifas, negociar un salario o valorar tu trabajo, recuerda de dónde vienes y lo que te ha costado conseguirlo.
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© 2025 Vicent Pérez